38 AÑOS DE LOS ACUERDOS TRIPARTITOS DE MADRID: «NOMBRES PROPIOS EN LA TRAICIÓN AL PUEBLO SAHARAUI»

 Consejo Ministros Franco 3

Durante varios días de noviembre en 1975 se cristalizó uno de los episodios políticos que más vergüenza debería darnos como ciudadanos con nacionalidad española.

14/11/2013 ·Latitud194– por Miguel Muñoz Ortega – El 14 de noviembre de ese año se firmaron en el Palacio de la Zarzuela los llamados Acuerdos Tripartitos de Madrid, una declaración de principios en la que se incluye la retirada española del territorio del Sahara Occidental en menos de un año y la puesta en marcha de una administración temporal llevada a cabo por Marruecos y Mauritania. Además, se incluyeron aspectos económicos en unas actas diferentes, reconociéndose derechos de pesca en las aguas del Sahara a 800 barcos españoles, así como otros derechos en aguas marroquíes. Del mismo modo, España le vendió a Marruecos el 65% de la empresa explotadora de fosfatos, Fos Bucrá, por 5.850 millones de las antiguas pesetas. Este texto supuso “formalmente” la cesión unilateral del territorio, haciendo caso omiso a las directrices de la ONU.

Aún hoy colean, tristemente, las consecuencias de este acuerdo, con la mitad de la población saharaui en unos campamentos de refugiados argelinos y la otra en un territorio ilegalmente ocupado. Unos acuerdos que son ilegales desde el punto de vista del Derecho Internacional. Entre la literatura escrita sobre este acuerdo, destaca sobremanera (y en general sobre todo el origen del conflicto), el libro “La Historia Prohibida del Sahara Español”, escrito por el periodista Tomás Bárbulo. Basándonos principalmente en datos de este libro (cuando no sea así, será citado específicamente), abordamos la cuestión desde el punto de vista nominativo, es decir, desde la perspectiva y actuación de diferentes personajes considerados clave en aquel proceso.

Antonio Carro

En enero de 1974, recién nombrado ministro de Presidencia, se trasladó a El Pardo para consultar a Franco sobre la cuestión del Sahara.  Expuso las presiones de Naciones Unidas y fue encargado por el director para elaborar el proyecto de un estatuto de autonomía para el territorio saharaui que nunca llegó a promulgarse. En una visita a El Aaiún, mientras se organizaba el censo para un referéndum que nunca llegaría a producirse, Carro le manifestó al coronel Emilia Cuevas, “Está muy muy bien (el referéndum). Pero aquí veo un defecto grave. Que tal y como usted lo ha planteado, no hay manera de adulterar el resultado. Mantuvo encuentros en Madrid con representantes del Gobierno de Marruecos y también en Rabat. Allí se desplazó Carro, quien asistió junto al embajador español en la capital marroquí, Martín Gamero, hasta un hotel de Agadir. En la cena, con varios ministros marroquíes, Carro llegó a preguntar directamente, “¿qué pretenden ustedes, la guerra?”. Al día siguiente mantuvo un encuentro con el propio Hassan II en el que el Rey de Marruecos afirmó: “Sólo estoy dispuesto a disolver la Marcha Verde si antes ustedes me entregan el Sahara”. “No estoy autorizado para dar la garantía que pide Su Majestad”, contestó Carro. A pesar de que Carro argumentó las dificultades para abandonar unilateralmente el territorio, sobre todo de cara a la opinión pública, Hassan II insistió.

Carro fue el encargado de redactar la carta pidiendo al Rey de Marruecos que parara la Marcha Verde a cambio de abrir negociaciones para el abandono del territorio.

Al llegar esa misma noche al hotel redactó una carta pidiéndole que retirara la Marcha Verde a cambio de abrir negociaciones tripartitas con Marruecos y Mauritania. Carta, que leyó por teléfono a Arias Navarro, presidente del Gobierno durante la enfermedad de Franco. Cinco horas después, una vez recibido el consentimiento, Carro se trasladó al Palacio Real, le entregó la carta a Hassan II. “De acuerdo, deme la carta, mañana anunciaré por radio el fin de la Marcha”.  Fue uno de los firmantes de los Acuerdos de Madrid el 14 de noviembre y el encargado de pronunciarlo ante las Cortes el día 18. Posteriormente, en marzo de 1978 declararía en las Cortes, entre otras cosas, que “Fue preciso en todo momento evitar cualquier riesgo de guerra” y que básicamente no había otra solución.

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