«EL DESAMPARO DEL SAHARA»

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Heraldo de Aragón. 4 de junio 2015. LUIS MANGRANÉ.

Dajla, antigua Villacisneros, situada en el extremo de una estrecha península es una cárcel a cielo abierto con un solo acceso a la ciudad por carretera, como la prisión de Tauorta que se encuentra antes de entrar pero sin muros. 40 años de ocupación tras el abandono español. En 2015, los saharauis celebran el décimo aniversario de la intifada o alzamiento pacífico contra Marruecos.

Una empresa española celebra sus diez años de aventura empresarial acarreando adictos al kitesurf. Los saharauis ni se pueden acercar a las zonas de acampada en las que se alojan estos turistas, muchos son españoles preocupados solo por sus bronceados o las cabriolas en el aire que ni se inmutan por estar en un territorio sujeto a ocupación militar. Los saharauis no tienen dinero para pagar esa excentricidad deportiva y es que el trabajo les está prohibido. No pueden entrar en los invernaderos de tomate cherry, donde miles de colonos marroquíes, cuidan unos cultivos que luego llegarán a los mercados europeos.

Tampoco pescan en los barcos ni acceden a los almacenes industriales en los que se manipula el pescado, pulpo… antes de ser enviado a Agadir, donde se perderá la pista de su origen y llegará a Europa u otros destinos como si procediera de Marruecos en lugar del Sahara Occidental.

Las asociaciones de agricultores y pescadores españoles damnificados por estas importaciones deberían reaccionar contra esta competencia desleal en la que se ven perjudicados por una ventaja competitiva adquirida en contra del Derecho Internacional y en la que el etiquetado y publicidad son engranajes esenciales del proceso por el que se escamotea de sus recursos al pueblo saharaui. ¿Que ocurre con los aranceles cuyo pago es evadido al hacerse pasar como marroquí producto que es saharaui y que no puede beneficiarse de los acuerdos internacionales UE-Marruecos?

Los saharauis que protestan contra este estado de cosas lo hacen en soledad ante el desamparo internacional. De nuevo, el Consejo de Seguridad renovó el pasado mes de abril la misión de la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental) sin dotarle de competencias en materia de derechos humanos. Hace años que no pasa un periodista por esta ciudad.

El pasado 11 de mayo acudí, como observador internacional, a un juicio contra jóvenes saharauis encarcelados por participar presuntamente en protestas y manifestaciones. El Tribunal estaba rodeado completamente por diferentes cuerpos policiales y de seguridad marroquíes. Solo dos familiares estaban en la sala, a los saharauis no se les permitió acercarse al Tribunal ni entrar en el juicio violándose, entre otros, el derecho a un juicio publico. Uno de ellos, muy joven se quejaba amargamente de que tenía exámenes y que no iba a poder asistir por estar en prisión. Dajla es un excelente espejo del Sahara Occidental: rica en recursos naturales y varada en el tiempo ante la inacción de la Comunidad Internacional.

La desgracia de los saharauis es que su metrópoli fuera España. Pese a ello hay enamorados de España como Mohamed Fadel Semlali, musulmán y discapacitado, conocido como Bouh, Presidente de la Asociación de Discapacitados de Dajla y que cuida con coraje de la Iglesia católica de la ciudad como ejemplo del legado cultural español frente a los ataques de las autoridades de ocupación. Hasta el Vaticano niega la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, una prefectura apostólica diferenciada de la de Marruecos.

Bouh se desplaza por la ciudad en su coche escuchando la radio española, atento a los acontecimientos internacionales y de la metrópoli. Recientemente escuchó que un juez español de la Audiencia Nacional dictó auto de procesamiento contra once altos cargos marroquíes por genocidio contra el pueblo saharaui. En la larga travesía del desierto del pueblo saharaui por la descolonización y contra la opresión, esta decisión judicial, en lugar de los habituales espejismos políticos, se convierte en un providencial pozo de agua en el camino.

 

 

 

LOS CONFLICTOS DEL SAHARA OCCIDENTAL Y PALESTINA

SAHARA Y PALESTINALuis Mangrané Cuevas – Observatorio Aragonés para el Sahara Occidental – 26-8-2014 –

Los conflictos del Sahara Occidental y Palestina tienen elementos comunes y diferencias. Israel somete a la población palestina a crueles y recurrentes masacres, este verano inflinge un castigo colectivo a la asediada población de Gaza, bajo el pretexto del asesinato de tres adolescentes israelíes y rompiendo un alto el fuego que durante 19 meses respeto Hamas. En el Sahara Occidental, donde se vive un alto el fuego desde 1991, la represión marroquí es, principalmente, policial. Unos territorios ocupados militarmente en clara violación del Derecho Internacional y a pesar de los pronunciamientos de diferentes organismos de Naciones Unidas que así lo declaran. En ambos casos hay un muro que sirve para consolidar y perpetuar la ocupación. El muro israelí construido en Cisjordania fue declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia de 9 de julio de 2004.  En el caso del Sahara Occidental el muro de la vergüenza de 2720 kilómetros fue construido en sucesivas etapas, con asesoramiento militar israelí. La construcción data de la época de la guerra contra el Frente Polisario para intentar detener los ataques de las guerrillas del movimiento de liberación nacional saharaui y proteger el “triángulo útil” (ciudades del Sahara y reservas de fosfatos) y su trazado se compone de diferentes muros de arena, protegidos por búnkeres, minas, radares y bases de soldados. Los campos minados que lo rodean tienen abundantes explosivos de procedencia española y es que, desde Suárez hasta Rajoy, todos los gobiernos españoles han suministrado material bélico al invasor marroquí. Una situación intolerable, aunque desde la promulgación de la Ley 53/2007, de 28 de diciembre, sobre el control del comercio exterior de material de defensa, manifiestamente ilegal. Noam Chomsky, intelectual norteamericano y judío, en una reciente entrevista destacaba que hay que distinguir entre la retórica y las acciones de un gobierno y ponía como ejemplo la declaración de Obama condenando la reciente “violencia de las dos partes” que fue acompañada por el envío de más ayuda militar a Israel. En el caso del Sahara Occidental seguimos vendiendo armas a Marruecos, a pesar de que la Audiencia Nacional, en un auto de 4 de julio de 2014, recuerda que “España de iure, aunque no de facto, sigue siendo la Potencia Administradora del territorio, y como tal, hasta que finalice el periodo de la descolonización, tiene las obligaciones recogidas en los artículos 73 y 74 de la Carta de Naciones Unidas”. El 22 de abril, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictó una sentencia condenando a España en un caso de asilo de varios saharauis, resolución en la que negaba a Marruecos ningún título jurídico justificativo de su ocupación. Sin embargo, en 2013, vendimos material militar a Israel y a Marruecos. Este mes de agosto el Gobierno español anunciaba la suspensión de la venta de armamento a Israel. En 2011, hizo lo mismo con países del Oriente Próximo y del Norte de África en los que se estuviesen produciendo revueltas, una decisión de la que se desconocía su alcance pero sí que fue levantada en mayo de ese mismo año. Volviendo a Chomsky, éste advertía que Israel sufrirá una degeneración moral y afirmaba que lo único que puede cambiar es si Estados Unidos rectifica su política, poniendo como ejemplo el caso de Indonesia-Timor Oriental cuando Clinton, finalmente, dijo a los generales de Indonesia «se acabó el juego» y se retiraron inmediatamente. Ante los engaños de los gobiernos que se limitan a formular declaraciones retóricas exhortando a las partes a negociar, mientras arman al ocupante o negocian acuerdos que permiten el despojo de recursos naturales (acuerdo pesquero UE-Marruecos), la ciudadanía debe exigir un cambio en la política real de sus gobiernos, funcionó en Sudáfrica (boicot de productos y sanciones). Que Israel y Marruecos terminen sus agresiones al pueblo palestino y saharaui depende de que pierdan el aval político de sus padrinos occidentales.